Conocí a un economista descalzo!


Había una vez un economista [uno muy malo] que le interesó estudiar temas económicos sobre agua, ya saben, temas de economía ambiental y esas cosas. Lastimosamente, era un economista muy limitado... resulta que se encariñó con la sencillez de la gente de una comunidad que sufría de problemas de agua... problemas que han sido recurrentes desde la década de los 80's en un país pequeño pero megadiverso.

Este economista, no quería envolverse en temas políticos, pensaba en buscar una salida ante esta problemática, sin embargo hasta donde me enteré, nunca escuchó algún giro de 180˚. Un día conoció a un señor que tenía un lindo escritorio, que tenía un gran traje y corbata que hacía un buen juego, dentro de una sala... le habló maravillas [según datos] de un gran proceso, mencionó que su país estaba cambiando, este economista solo sonrió... se entusiasmó una vez más, pero sus sentimientos tocaron ese recuerdo grabado en su memoria, recordó a esa comunidad, esta comunidad la cual llevaba en su corazón, supo que hasta ahora no ha podido gozar de una necesidad básica asociada a los recursos hídricos.

Dónde se habrán quedado las maravillas de ese país del que me habló? a donde se llevaron las oportunidades y el buen vivir prometido?, Cómo se sentirán cuando los vea nuevamente y les diga que la pobreza extrema disminuyó, que hay un gasto elevado en educación y de que estamos bien?, con qué cara lo mirarán?... sigue siendo insuficiente? 

Un día escuchó un pequeño relato de Manfred Max–Neef, el cual me atrevo a citarlo. Me atrevo a contárselos, a pesar de que sé de su escaso tiempo, pero quizás tiene un mensaje real y ajustado a lo que este mal y confundido economista pensaba: 

Bueno, es una metáfora, pero es una metáfora que se originó en una experiencia concreta. Yo trabajé alrededor de diez años de mi vida en áreas de pobreza extrema en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas en distintas partes de Latinoamérica.
Al comienzo de este periodo estaba un día en una aldea indígena en la sierra de Perú, era un día horrible, había estado lloviendo todo el tiempo. Era una zona muy pobre y frente a mí estaba otro hombre parado en el lodo (no en el barrio pobre sino en el lodo). Y bueno, nos miramos. Era de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo era el refinado economista de Berkeley, que enseñaba en Berkeley, etc. Nos mirábamos cara a cara y de pronto me di cuenta de que no tenía nada coherente que decirle en esas circunstancias a este hombre, que todo mi lenguaje de economista era inútil. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el producto interno bruto había subido un 5% o algo así por el estilo?”

Realmente todo es absurdo, no?  Le sirve a la comunidad saber estas cosas cuando su realidad les dice otra cosa, todos los días?, creo que quizás este economista descalzo está equivocado o es muy exigente, pero cuando sabes que los pobres o marginados no pueden esperar a que la prosperidad caiga o llegue a ellos, te das cuenta que quizás no es tan descabellado no creer totalmente en una “mejora” respaldada sólo por datos.

Sé de buena fuente que este mal, equivocado e inexperto economista, abandonó la sala, envuelto en sus cavilaciones de cómo lograr vivir una vida pragmática que le devuelva la esperanza a esa gente desde la economía , que al margen político, busca alcanzar el ansiado sumak kawsay prometido por la madre tierra, darles dignidad y mejorar su bienestar.

Seguirá caminando, pensando, encerrado en sus profundas cavilaciones... Donde quiera que vayas, ojalá encuentres respuestas sencillas, apostando mejor que nadie a dar soluciones  a los problemas sociales.

Que te vaya muy bien y que encuentres lo que buscas!

Si los pobres y olvidados no pueden esperar, no te demores en encontrar lo que buscas! 


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